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martes, 28 de junio de 2016

La imagen y la verdad


José Vidal

Mediodicho, Revista de psicoanálisis. Número 40

Insistentemente y con preocupación se nos advierte sobre el imperio de la imagen en la civilización, el desarrollo incesante de nuevas pantallas y la instalación de cámaras por doquier que torna al mundo omnivoyer, panóptico, paranoico, etc. Esto es algo que, aunque es cierto, no es claro respecto a sus consecuencias subjetivas.
Lo imaginario, cuando se le da el sentido de espejismo, de falso, de ilusorio, toma una jerarquía inferior, cuando no despreciable, en comparación con "lo verdadero". Esta idea es subvertida en la última enseñanza de Lacan donde establece una equivalencia entre las dimensiones de lo imaginario, lo simbólico y lo real.
La importancia que Lacan da a la imagen cuando pone el estadio del espejo como resorte fundamental en la formación del  yo y la subjetivación del cuerpo nunca será abandonada.
En RSI (Lacan, R.S.I.) Lacan establece que lo imaginario es lo que consiste. La consistencia adquiere varios sentidos según se tome la lengua o la lógica. Pero, tanto en una como en la otra, la consistencia, es decir, lo imaginario, es lo que permite que se mantengan unidas, sólidas y permanentes en el tiempo cosas que por lo demás no serían más que piezas sueltas. La integración del cuerpo fragmentado en el yo a través de la imagen en el espejo es un buen ejemplo de esto. La identificación "se cristaliza en una identidad" (Miller, 255)
Es decir, imagen, identidad, consistencia, son de enorme importancia en la vida anímica.
El desprestigio de lo imaginario se deriva del positivismo científico propio de la modernidad y del que Freud se hace heredero cuando nombra "El amor a la verdad" como el fundamento del psicoanálisis. Pero esto no se limita al psicoanálisis sino que está presente de modo paradigmático en el empuje a decirlo y mostrarlo todo de la época. Lo que Jean Boudrillard llama 'la trasparencia de la verdad".
El amor a la verdad, hagamos de esto un sintagma, es una forma del Ideal de la modernidad, solidario al orden simbólico y diferente de lo imaginario que no tiene un orden, y eso provoca que, con la caída de los ideales, surja por doquier el deseo de restaurar su lugar bajo la forma de "ver", pero no en un sentido óptico sino simbólico.
La obligación de declarar los bienes, confesar la orientación sexual, la pornografía, hacer público lo que antes estaba reservado a lo privado, forman parte de esta transparencia que se ha convertido en un imperativo superyoico de nuestro tiempo. La estructura de Gran Hermano, que exige un verlo todo, un decirlo todo, un no dejar nada oculto, se extiende a todo el malestar cultural actual pero no está referido a la imagen sino a la verdad, aun cuando los medios de los que se sirva sean las cámaras y las imágenes. No es seguro que en cámaras, celulares o televisores haya algo peligroso en sí mismo. Pero sí debemos atender al orden fundamentalista y segregativo del amor a la verdad que se impone en el mundo.
Tanto en Gran hermano, en el cine semi-documental, en las true storys, en las investigaciones periodísticas, en los sondeos de opinión o en las encuestas se verifica la pretensión de transparencia, pero igualmente en todos los casos fracasa y la verdad se fuga.
Ocurre lo mismo en el psicoanálisis cuando se obstina en la búsqueda de lo verdadero y olvida lo real. Esta distinción lacaniana es fundamental.
Lo imaginario, en cambio, tiene la oportunidad de cernir lo real si se le permite un calce con lo simbólico por la vía de los semblantes. Como dice Miller, "con los visuales hay una manipulación que podríamos llamar con un término de la enseñanza de Lacan, una manipulación de semblantes, que están de algún modo armados como un real". (Miller, 251)
Mirar fotos, por ejemplo: miramos fotos, no importa de qué, ni de quienes, si nos ponen fotos delante las miramos, las pasamos una tras otra en las manos, en un álbum o en la computadora. Las fotos de Facebook son esencialmente eso, fotos que miramos con indiferencia, pero sin poder casi evitarlo. Se trata de lo que Lacan llama la esquizia del ojo y la mirada, "del lado de las cosas está la mirada, es decir, las cosas me miran, y yo, no obstante las veo" (Lacan, El Seminario 11, 116) Lacan articula allí las dimensiones de lo imaginario y lo real, la imagen y la pulsión. La mirada es lo que viene desde las fotos hacia nosotros y no la imagen.
Gerard Wajman en "El ojo absoluto" (Wajman, 34), dice que los sujetos de nuestro tiempo pueden ser reducidos a su imagen y que ese sería el principio de la transparencia propio de la época. No acuerdo con esa idea. La proliferación de las imágenes no puede hacerse coincidente con la extensión de la mirada en la cultura. Por el contrario, muchas fotos no hacen más que limitar la trasparencia que se deriva del amor a la verdad. Esto es algo que la mayoría de los usuarios de la redes sociales por sí solos ya han percibido. No interesa cuantas fotos publiquen, nadie puede realmente entrar en el campo de su verdad.
La imagen, respecto a lo real es velo, oculta, intriga y a la vez lo bordea. Lo que transparentiza el mundo es la generalización de ese empuje a ver de la ciencia, pero no con las cámaras de video, los microscopios, telescopios, laparoscopios, sino con su búsqueda de atravesar los semblantes, de alcanzar el confín de la verdad. La foto, por el contrario, no hace más que detener el avance curioso e insaciable hacia la verdad. Bien podemos pensar la publicación de fotos en las redes sociales como una defensa, una pantalla, respecto a la demanda de transparencia.
A la vez, la foto pide palabras. Resulta siempre necesario el "pie de foto". La imagen reina, es cierto, pero necesita que de ella se diga algo. Es necesario para que tenga significado agregar una narración.
Roland Barthes (Barthes, 49) distingue dos componentes de la fotografía: el studium, que es lo que tiene la foto de común, de interés general pero a la vez indolente, indiferente y por otro lado el punctum, que es como una punzada en nuestro ser que solo algunas fotos provocan en nosotros, es decir, un elemento sutil que llama nuestra atención y nos concierne de un modo tal que le damos una suerte de animación.
Para Fabián Fajnwac (Fanjwac, 1) ese punctum puede ser equivalente al bien decir que propone Lacan, el punto donde el sujeto no se engaña.
Un hombre en su análisis habla de una fotografía en la que aparece, siendo niño, junto a su familia. La foto actúa como el soporte para pensar su posición respecto al Otro, respecto a la familia. ¿Qué es el Edipo sino una foto de familia? Puede evocar lo que en ese tiempo sentía y la relación que mantenía con los demás. No se trata de un recuerdo. El sujeto no puede recordar el momento en que fue tomada la foto porque era muy chico, es en todo caso el recuerdo de una foto. Pero puede construir en torno a esa imagen una historia, unos deseos, suponer una manera de relacionarse unos con otros y pensar su lugar en esa escena. Lee en los rostros, interpreta los semblantes. "Parecía que estábamos contentos", dice. Pero la mirada de la hermana clavada sobre él le indica una envidia o una rivalidad. La foto viene entonces al lugar de un recuerdo, pero carece de significado en sí, es solo signo para ser interpretado. Y el sujeto en análisis puede atravesar la imagen de la foto y tocar un real al producir el calce entre lo imaginario y lo real.
John Berger (Berger, 69) se pregunta qué ocupaba el lugar de la fotografía antes de que se inventara la cámara y se imagina que no es el grabado, la pintura o el dibujo porque, a diferencia de éstos, la fotografía no es representación de una cosa sino una huella de lo real. Para Berger, lo que había antes de la fotografía era la memoria misma. La fotografía en su vertiginoso desarrollo ha venido a reemplazar a la memoria. Las fotos ocupan el instante que antes solo podía apresarse con la memoria. 
Lo que nuestro ejemplo muestra es que el sujeto se sirve de lo que tiene a mano, sea recuerdo o sea foto, para hacer consistir algo. Las fotos proporcionan un marco que, como el fantasma, permite un límite.
Dice Lacan: "El sujeto humano... a diferencia del animal, no queda enteramente atrapado en esa captura imaginaria. Sabe orientarse en ella ¿Cómo? En la medida en que aísla la función de la pantalla y juega con ella". (Lacan, El serminario 11, 114)
Bibliografía
Lacan, Jacques. El seminario 22. R.S.I. Inédito, clase del 17 de noviembre de 1974.
Lacan, Jacques. El seminario 11. Paidós. Buenos Aires. Primera reimpresión en Argentina, 1987
Miller, Jacques-Alain. El ultimísimo Lacan. Paidós, Buenos Aires. 2013
Wajman. Gérard. El ojo absoluto. Manatial. Buenos Aires, 2011
Barthes Roland. La cámara lúcida. Nota sobre la fotografía. Paidón, Bs. As México. 2006
Fajnwaks, Fabián. Fotografía. Etica de la mirada y el psicoanálisis. Virtualia 20. Revista digital de la EOL. Buenos Aires. Marzo 2010

Berger, John. Mirar. Ediciones de la Flor.. Buenos Aires, 1998

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