José
Vidal
Mediodicho, Revista de psicoanálisis. Número 40
Insistentemente y con preocupación se nos advierte sobre el imperio de la
imagen en la civilización, el desarrollo incesante de nuevas pantallas y la instalación de cámaras por doquier que torna al mundo
omnivoyer, panóptico, paranoico,
etc. Esto es algo que, aunque es cierto, no es claro respecto a sus
consecuencias subjetivas.
Lo imaginario, cuando se le da el sentido de espejismo, de falso, de
ilusorio, toma una jerarquía inferior, cuando no despreciable, en comparación con "lo verdadero". Esta idea
es subvertida en la última enseñanza de Lacan donde establece una
equivalencia entre las dimensiones de lo imaginario, lo simbólico y lo real.
La importancia que Lacan da a la imagen cuando pone el estadio del
espejo como resorte fundamental en la formación del yo y la subjetivación del cuerpo nunca será abandonada.
En RSI (Lacan, R.S.I.) Lacan establece que lo
imaginario es lo que consiste. La consistencia adquiere varios sentidos según se tome la lengua o la lógica. Pero, tanto en una como en la otra,
la consistencia, es decir, lo imaginario, es lo que permite que se mantengan
unidas, sólidas y permanentes
en el tiempo cosas que por lo demás no serían más que piezas sueltas. La integración del cuerpo fragmentado en el yo a través de la imagen en el espejo es un buen
ejemplo de esto. La identificación "se cristaliza en una identidad" (Miller, 255)
Es decir, imagen, identidad, consistencia, son de enorme importancia
en la vida anímica.
El desprestigio de lo imaginario se deriva del positivismo científico propio de la modernidad y del que Freud
se hace heredero cuando nombra "El amor a la verdad" como el
fundamento del psicoanálisis. Pero esto no se limita al psicoanálisis sino que está presente de modo paradigmático en el empuje a decirlo y mostrarlo
todo de la época. Lo que Jean
Boudrillard llama 'la trasparencia de la verdad".
El amor a la verdad, hagamos de esto un sintagma, es una forma
del Ideal de la modernidad, solidario al orden simbólico y diferente de lo
imaginario que no tiene un orden, y eso provoca que, con la caída de los ideales, surja por doquier el
deseo de restaurar su lugar bajo la forma de "ver", pero no en un
sentido óptico sino simbólico.
La obligación de declarar los bienes, confesar la orientación sexual, la pornografía, hacer público lo que antes
estaba reservado a lo privado, forman parte de esta transparencia que se ha
convertido en un imperativo superyoico de nuestro tiempo. La estructura de Gran
Hermano, que exige un verlo todo, un decirlo todo, un no dejar nada oculto,
se extiende a todo el malestar cultural actual pero no está referido a la
imagen sino a la verdad, aun cuando los medios de los que se sirva sean las cámaras y las imágenes. No es seguro que en cámaras, celulares o televisores haya algo peligroso en sí mismo. Pero sí debemos atender al
orden fundamentalista y segregativo del amor a la verdad que se impone
en el mundo.
Tanto en Gran hermano, en el cine
semi-documental, en las true storys, en las investigaciones periodísticas, en los sondeos de opinión o en las encuestas se verifica la
pretensión de transparencia,
pero igualmente en todos los casos fracasa y la verdad se fuga.
Ocurre lo mismo en el psicoanálisis cuando se
obstina en la búsqueda de lo
verdadero y olvida lo real. Esta distinción lacaniana es fundamental.
Lo imaginario, en cambio, tiene la oportunidad de cernir lo real si se
le permite un calce con lo simbólico por la vía de los semblantes. Como dice Miller, "con los visuales hay una
manipulación que podríamos llamar con un término de la enseñanza de Lacan, una
manipulación de semblantes, que están de algún modo armados como un real".
(Miller, 251)
Mirar fotos, por ejemplo: miramos fotos, no importa de qué, ni de quienes, si nos ponen fotos
delante las miramos, las pasamos una tras otra en las manos, en un álbum o en la computadora. Las fotos de
Facebook son esencialmente eso, fotos que miramos con indiferencia, pero sin
poder casi evitarlo. Se trata de lo que Lacan llama la esquizia del ojo y la
mirada, "del lado de las cosas está la mirada, es
decir, las cosas me miran, y yo, no obstante las veo" (Lacan, El Seminario
11, 116) Lacan articula allí las dimensiones de
lo imaginario y lo real, la imagen y la pulsión. La mirada es lo
que viene desde las fotos hacia nosotros y no la imagen.
Gerard Wajman en "El ojo absoluto" (Wajman, 34), dice que
los sujetos de nuestro tiempo pueden ser reducidos a su imagen y que ese sería el principio de la transparencia propio
de la época. No acuerdo
con esa idea. La proliferación de las imágenes no puede hacerse coincidente con la extensión de la mirada en la cultura. Por el
contrario, muchas fotos no hacen más que limitar la
trasparencia que se deriva del amor a la verdad. Esto es algo que la mayoría de los usuarios de la redes sociales
por sí solos ya han percibido. No interesa
cuantas fotos publiquen, nadie puede realmente entrar en el campo de su verdad.
La imagen, respecto a lo real es velo, oculta, intriga y a la vez lo
bordea. Lo que transparentiza el mundo es la generalización de ese empuje a ver de la ciencia, pero
no con las cámaras de video, los
microscopios, telescopios, laparoscopios, sino con su búsqueda de atravesar los semblantes, de
alcanzar el confín de la verdad. La
foto, por el contrario, no hace más que detener el
avance curioso e insaciable hacia la verdad. Bien podemos pensar la publicación de fotos en las redes sociales como una
defensa, una pantalla, respecto a la demanda de transparencia.
A la vez, la foto pide palabras. Resulta siempre necesario el
"pie de foto". La imagen reina, es cierto, pero necesita que de ella
se diga algo. Es necesario para que tenga significado agregar una narración.
Roland Barthes (Barthes, 49) distingue dos componentes de la fotografía: el studium, que es lo que tiene la
foto de común, de interés general pero a la vez indolente,
indiferente y por otro lado el punctum, que es como una punzada en nuestro ser
que solo algunas fotos provocan en nosotros, es decir, un elemento sutil que
llama nuestra atención y nos concierne de un modo tal que le damos una suerte de animación.
Para Fabián Fajnwac (Fanjwac, 1) ese punctum puede
ser equivalente al bien decir que propone Lacan, el punto donde el sujeto no se
engaña.
Un hombre en su análisis habla de una fotografía en la que aparece, siendo niño, junto a su
familia. La foto actúa como el soporte para pensar su posición respecto al Otro,
respecto a la familia. ¿Qué es el Edipo sino una foto de familia?
Puede evocar lo que en ese tiempo sentía y la relación que mantenía con los demás. No se trata de
un recuerdo. El sujeto no puede recordar el momento en que fue tomada la foto
porque era muy chico, es en todo caso el recuerdo de una foto. Pero puede
construir en torno a esa imagen una historia, unos deseos, suponer una manera
de relacionarse unos con otros y pensar su lugar en esa escena. Lee en los
rostros, interpreta los semblantes. "Parecía que estábamos
contentos", dice. Pero la mirada de la hermana clavada sobre él le indica una envidia o una rivalidad.
La foto viene entonces al lugar de un recuerdo, pero carece de significado en sí, es solo signo para ser interpretado. Y
el sujeto en análisis puede
atravesar la imagen de la foto y tocar un real al producir el calce entre lo
imaginario y lo real.
John Berger (Berger, 69) se pregunta qué ocupaba el lugar de la fotografía antes de que se inventara la cámara y se imagina que no es el grabado,
la pintura o el dibujo porque, a diferencia de éstos, la fotografía no es
representación de una cosa sino
una huella de lo real. Para Berger, lo que había antes de la fotografía era la memoria misma.
La fotografía en su vertiginoso
desarrollo ha venido a reemplazar a la memoria. Las fotos ocupan el instante
que antes solo podía apresarse con la
memoria.
Lo que nuestro ejemplo muestra es que el sujeto se sirve de lo que
tiene a mano, sea recuerdo o sea foto, para hacer consistir algo. Las fotos
proporcionan un marco que, como el fantasma, permite un límite.
Dice Lacan: "El sujeto humano... a diferencia del animal, no queda
enteramente atrapado en esa captura imaginaria. Sabe orientarse en ella ¿Cómo? En la medida en
que aísla la función de la pantalla y juega con ella".
(Lacan, El serminario 11, 114)
Bibliografía
Lacan, Jacques. El seminario 22. R.S.I. Inédito, clase del 17 de noviembre de 1974.
Lacan, Jacques. El seminario 11. Paidós. Buenos Aires. Primera reimpresión en Argentina, 1987
Miller, Jacques-Alain. El ultimísimo Lacan. Paidós, Buenos Aires. 2013
Wajman. Gérard. El ojo
absoluto. Manatial. Buenos Aires, 2011
Barthes Roland. La cámara lúcida. Nota sobre la fotografía. Paidón, Bs. As México. 2006
Fajnwaks, Fabián. Fotografía. Etica de la mirada y el psicoanálisis. Virtualia 20. Revista digital de
la EOL. Buenos Aires. Marzo 2010
Berger, John. Mirar. Ediciones de la Flor.. Buenos Aires, 1998
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