José Vidal
Artículo publicado en "Mediodicho, Revista de psicoanálisis" N°37. Reelaboración del artículo "La carta de amor en el siglo 21"
En apariencia, ya nadie
escribe cartas, la técnica y sus productos las han vuelto obsoletas. Sin
embargo, hemos podido observar[2] que hay cierta supervivencia de la epístola y especialmente de la
carta de amor en las nuevas formas de mensajería.
El sms (short message
service) usado en los celulares y el tweet de 140 caracteres de twitter que
apasionan cada vez más a las multitudes, sumados al chat, son algo que, bien
mirado, vienen a ese lugar antes reservado a la carta en el sentido de mantener
una cierta distancia entre los sujetos.
Eric Laurent[3] ha destacado cómo nuestra época se caracteriza por el empuje hedonista
al goce y la felicidad y cómo el placer y la satisfacción han devenido un
imperativo superyoico que somete a los individuos y las comunidades. Eso obliga, es nuestra tesis, a que las
personas deban buscar el modo de hacer las cosas más difíciles en el campo del
amor.
Freud ya lo había notado[4], “hace falta un obstáculo para pulsionar a la libido hacia la
alto y donde las resistencias naturales a la satisfacción no bastaron, los
hombres de todos los tiempos interpusieron unas resistencias convencionales al
goce del amor” (Sobre… 181)
La popularidad y
preeminencia de los mensajitos por sobre otros medios demuestra que ellos
permiten un goce que no es posible obtener con medios visuales como Skype o
Twittcom en los cuales el usuario puede ver y oír al otro al conectarse.
Imaginemos por un momento al
sujeto que escribe un mensajito como el autor de una expresión literaria del
tipo de las Formas Breves como
designa Piglia[5] a los textos que van en busca de la frase justa, la palabra
precisa y la imagen clara.
A diferencia de una llamada
telefónica, el pequeño texto requiere mucha atención y precisión en el uso de
las palabras, un cuidado de la sintaxis e incluso de la tipografía ya que cada
elemento es un signo que va mucho más allá de la comunicación simple de un contenido.
Es decir, dando la razón al postulado lacaniano de que la comunicación no
existe, el sms es vehículo de un goce más que de un sentido, un esfuerzo de
poesía más que una misiva. Se comparte, pero no solo información, sino un
estado afectivo. El mensajito será guardado, atesorado diría, para ser luego
releído, repasado y reinterpretado tanto por el emisor como por el receptor, al
punto que a muchos les resulta difícil desprenderse de ellos y solo lo harán
luego de que hayan agotado sus posibilidades de goce.
Un ejemplo tomado de la
clínica: un hombre que ha esperado en vano la presencia de una mujer en un
evento social le escribe “No viniste”, a lo que ella responde “Hacía frío,
estoy en casa” El sujeto comprende inmediatamente la multiplicidad de sentidos
que se despliegan en torno a las palabras frío, casa, estoy, etc. que puede
traducir fácilmente en una invitación que él mismo ha provocado, pero que
desencadena la procrastinación que lo afecta crónicamente. Podría, dice, haber
ido a la casa de la mujer, pero decide no hacerlo, con lo cual, el goce se
limita a los sms. Los sujetos no se encuentran en tanto cuerpos, mantienen una
distancia.
Ahora bien, para que haya un
goce es preciso que haya un cuerpo vivo[6], de modo que esa pasión que se manifiesta en la precisión y el
ardor al redactar no puede estar en la pantalla del aparatito. El autor del sms, como todo autor, desaparece
en el mensaje ¿Cómo es entonces que eso pasa?
Giorgio Agamben[7] en El autor como gesto
observa que, en definitiva, la función
autor se trata, más que de una presencia, de las huellas que deja su
ausencia, que el autor es más que nada un gesto y sus consecuencias. Dice “si
llamamos gesto a aquello que permanece inexpresado en todo acto de expresión,
podemos decir(…) que el autor está presente en el texto solamente en un gesto
que hace posible la expresión en la medida misma en que instaura en ella un
vacío central” (Profanaciones…87)
Esto nos resuena fuertemente
dado que la interpretación psicoanalítica se reduce también a un gesto en el
que el agente desaparece para dejar un vacío en torno al cual la verdadera
interpretación se produce.
El gesto es tomado por
Agamben como el modo en que una vida “se pone en juego”: Jouer, que en francés
significa tanto jugar como actuar o recitar. Pero él toma el camino del juego
en el sentido de la apuesta, del jugarse. Una vida ética es, no la que vive en
torno a la ley moral, sino la que se juega en los gestos. Tal vez podríamos
pensar la sucesión de los gestos como el modo en que se va escribiendo algo de
una vida, en el sentido ético, en el sentido del hábito, que es lo que ética
significa. Gestos, escritura… jugarse.
Comprar un pasaje, destruir
unas cartas, salvar una vida, pedir matrimonio, proferir una interpretación,
gestos en los que se juega la vida en el sentido de la apuesta pero también en
el de una escritura.
En el caso de una pequeña escritura,
el de un mensaje de texto, haciendo una hipérbole, hay algo de esta dimensión
del gesto, del jugarse una vida, que hace del que lo escribe y envía un autor.
Sujeto-autor que solo se
afirma por las huellas de su ausencia en el texto del que desaparece. Él no
está en la pantallita pero es el gesto mínimo el que es necesario para que haya
una escritura. Es vacío que se abre en la dimensión del sentido el que el
sujeto siente en el movimiento de escribir y enviar un mensaje de texto en el
qué él mismo se torna lector de su propia obra y es sorprendido por ella. El
mensajito recién toma un estado afectivo luego de ser escrito y leído por el
autor que se torna en ese momento lector. Pero para que esto se pueda
compartir, para que la experiencia del sms se complete, es necesario que sea
reconstruida por el lector y su respuesta.
Miller
se detiene en la carta de amor de Lacan para decir que se trata del signo de
amor[8].
Y en este sentido tenemos la impresión que el sms supera las formas
audiovisuales en que se dirige a un real impidiendo el carácter de simulacro
que la imagen impone.
El
video, por realista que sea, de skype o de messenger, no es lo mismo que la
presencia física. Falta el aura, diría W. Benjamin[9].
¿Cuál
es nuestra hipótesis? Que este signo de amor que es el sms es un guiño que el
ser humano ha encontrado para la supervivencia del orden simbólico en el siglo
21.
Piglia,
en “El último lector” [10]nos habla de la
seducción de la letra, citando a Kafka.
“¿Será cierto que uno puede atraer a una muchacha con la escritura?” (El
último…39) se pregunta Kafka. Pero algo que destaca Piglia es que no se trata
solo de la seducción que puede encontrarse en la escritura sino que es una
forma que permite que el lector, como todo lector, esté presente en su ausencia.
Presente
en la ausencia. Es algo que también destaca Miller, lo primero que es necesario
decir en la carta de amor es el “no estás”.
Si estoy escribiendo una carta es porque no estás.
Las
célebres cartas de Kafka a Felice Bauer, casi trescientas en un año, tienen un
destinatario concreto: alguien (que al principio es casi un desconocido) espera
las cartas, alguien soporta las consecuencias, se trata de personas que no se
ven, o que rara vez lo hacen, y que sobre todo se escriben. La seducción y la
lectura tienen una relación. Los amantes se encuentran en el texto que leen.
Esta
correspondencia es algo que se da a leer para seducir, pero no solo para eso,
tiene también la función de mantener a distancia al Otro.
Distancia.
Este es un punto fundamental respecto a la estrategia del sujeto en el siglo
21, no se trata solo de seducción sino que implica, a la vez que enlazar al
otro, mantenerlo a distancia. Con lo cual nos parece encontrar allí una suerte
de defensa.
La
demanda de amor, destaca Miller, es “demanda
incondicional de la presencia y de la ausencia”, como dice Lacan en “La
dirección de la cura…” (Signo…)
¿Por qué
demanda “de la ausencia”? La presencia es el puro llamamiento a que el Otro
esté y dé signos de su presencia; que al menos diga que está, que dé signos de
su existencia; que responda, pues, al llamamiento, o que llame para decir
simplemente: “Aquí estoy”. Ahora bien,
que el Otro diga “Aquí estoy” por cierto sólo tiene su valor extremo, vital, si
no está[11]. (Signo…)
Por eso
la función eminente de la carta en el amor ya que, en general, solo se envía
una carta a alguien que precisamente no está. La ausencia del Otro, dice Miller, es también la mía, y toda carta de amor dice: “Tú no estás aquí” y,
en tu ausencia de mí y en mi ausencia de ti, estamos juntos, estás conmigo.
Entonces,
la prevalencia de estos medios actuales, como el sms, el chat, el e-mail, tal
vez se deba a que permiten mantener algo de esa ausencia y esa distancia en una
época en la que, como en una suerte de institución
total[12], somos
empujados a una transparencia del cuerpo y a la omnipresencia de la voz y la
mirada. El sujeto encuentra así una manera de mantener una distancia con el
Otro y permitirle existir como tal, es decir, como ser amable.
[1]
Tomamos prestado un verso de la canción “Spaghetti del rock” de Divididos.
[2]
Vidal, José. La carta de amor en el siglo 21. http://lacanparaafuera.blogspot.com/
[3]
Lurent, Eric. Entrevista realizada por Beatríz Gregoret para el CIEC http://www.youtube.com/watch?v=l5ByNk97oZA
[4]
Freud, Sigmund. Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa. Obras
Completas, Vol 11, Amorrortu Editores, BsAs 1979
[5]
Piglia, Ricardo, Formas Breves, Temas Grupo Editorial. Bs.As. 1999
[6]
Miller, Jacques Alain. La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica,
Paidós, Bs. As. 2003
[7]
Agamben, Giorgio. Profanaciones, El autor como gesto. Adriana Hidalgo Editora,
Bs.As. 2005
[8] Miller, Jacques
Alain. Signo de Amor. http://virtualia.eol.org.ar/021/template.asp?Hacia-el-VIII-Congreso-de-la-AMP/Las-fallas-de-la-tierra-y-del-cielo.html
[9]
Benjamin, Walter. La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. http://diegolevis.com.ar/secciones/Infoteca/benjamin.pdf
[10]
Piglia, Ricardo. El último lector. Anagrama, Bs. As., 2008
[11]
Miller, ibidem
[12]
Goffman, Erving. Internados, Sobre las características de
las instituciones totales. Amorrortu Editores
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