Lêda Guimaráes
Texto presentado en Córdoba, para el curso "De mujeres, psicoanálisis y política" del Departamento de psicoanálisis y política del CIEC, el 17 de abril 2012
El pasaje de la creencia en el Padre a la creencia en LA Mujer se
mantiene como eje de las grandes transformaciones de nuestra época. Pasaje que
nos permite considerar seriamente que hay una bisagra, una doble cara
estructural, entre la versión de goce del Padre y la versión del goce de LA
Mujer. Dos versiones de la creencia en un Otro de donde proviene un mandato de
goce que engendra nuestra existencia humana sexuada como hombre o mujer.
Éric Laurent – en la conferencia 'Hacia el VIII Congreso de la AMP'
realizada en la UBA en Diciembre/2011- formalizó muy bien esta cuestión, cuando
dice que la creencia en una mujer adviene de una experiencia que surge como una
certeza, certeza de la autorización de un goce, de un goce posible y vívido.
Sin embargo destaca que el problema de nuestra época es que esta creencia no se
mantiene sin el retorno de una nueva creencia en un universal: LA Mujer. http://www.congresoamp.com/es/template.php?file=Videos/11-12-06_Conferencia-de-Eric-Laurent-en-la-UBA.html
Hay por lo tanto un detalle interesante en este pasaje de la creencia en
el Padre a la creencia en LA Mujer que nos exige un tratamiento conceptual
delicado.
En el predominio del Padre había una vigencia de significantes amos
identificatorios - S1s- que organizan un Todo a través de revestimientos
simbólicos e imaginarios de Ideales moralizantes, que recubrían el lastre del
goce perverso del Padre. Ahora en la vigencia de la creencia en un universal de
LA Mujer estos ideales ordenadores del Todo cedieron lugar a una invitación
universal embriagante, irresistible, avasallante, que nos convoca a un goce
desmedido, tal cual el canto de las sirenas mitológicas que retornan en nuestra
época a través de la 'voz' melodiosa que hace eco en las vibraciones de goce de
nuestros cuerpos, invitándonos a sumergirnos en un mar ilimitado de libido en
dirección a la mortificación.
A partir de las formalizaciones de Miller y de varios colegas que se
dedican a esta cuestión, hemos hablado de una feminización del mundo y de una
prevalencia del no-Todo, tomando como base conceptual la tabla de la sexuación
del seminario “Aun” de Lacan.
Pero hablamos también de las mujeres actuales como “Excepciones”, como
está contenido en el programa del curso del Departamento de Psicoanálisis y
Política del CIEC, que hoy inicia. Lo que al principio puede parecernos muy
ambiguo, ya que del lado femenino, de la tabla de la sexuación de Lacan, no hay
la función de la excepción a la castración, y es exactamente por eso que lo
femenino constituye a las mujeres del lado del no-todo, por lo tanto, fuera de
lo universal, haciendo valer para cada mujer el una por una.
Pero, cómo entender la proposición de Miller? En el texto “Una Partición
Sexual” (1), cuando dice que: ya que las mujeres
son inclasificables por no constituir un Todo, cada una es excepcional, y por
eso del lado femenino tendríamos una constelación de excepciones, donde cada
una es excepcional. Proposición que agrada muchísimo a las mujeres de un modo
general, pero que nos deja con una cierta dificultad conceptual.
La salida para la aparente ambigüedad del uso conceptual del término
“excepción” para las mujeres, adviene cuando tomamos en consideración que en la
subjetividad humana hay una íntima articulación entre el campo del Todo y el
campo del no-Todo, una íntima articulación entre el goce fálico y el goce
femenino, una íntima articulación entre la posición masculina y la posición
femenina ante el goce sinthomático que amarra la estructura de cada uno.
Así lo femenino no podrá ser concebido como enteramente disociado de lo
masculino, pues inclusive, cuando nos ubicamos de modo más prevalente del lado
femenino en la tabla de la sexuación, algo de la significación fálica ahí
todavía persiste, pero no-Toda, alojando lo femenino en el campo de la
´extimidad´ a lo simbólico, mientras más íntimo y exterior al mismo tiempo. Es
exactamente desde una posición subjetiva más dominante situada del lado de lo
femenino que el goce podrá llegar a ser concebido como ´éxtimo´, es decir,
incapturable por la palabra, incapturable por la significación fálica. Goce
denominado por Lacan como femenino, pero que en última instancia dice respecto
del goce pulsional de cualquier ser humano, relativo a la dimensión real del
goce que nunca alcanza un representante de la representación, según los
términos freudianos acerca del representante psíquico de la satisfacción
pulsional presente en lo real del cuerpo. Goce ´éxtimo´ que afecta
especialmente a las mujeres ya que lo
real de su cuerpo se impone de modo más preeminente en su subjetividad, debido
a la ausencia del órgano que fijaría el símbolo fálico como su atributo. El
goce femenino también afecta a los hombres cuando ellos se enamoran, pues a
partir de una lectura fálica acerca de la ausencia de cualquier control sobre
esta afectación de goce en el cuerpo, ellos lo experimentan como un riesgo para
su virilidad.
Considerando el estatuto ´éxtimo´ de lo femenino, ¿cómo podríamos situar
una mujer como ´excepción´?
Ubicar una mujer como ´excepción´ adviene de una lectura fálica acerca
de lo femenino, adviene de una lectura de lo femenino desde una perspectiva
masculina del lado del Todo. Lectura que aloja el goce del Padre y el goce de
LA Mujer como excepción al conjunto de Todos castrados.
Lo que no es propiamente ninguna novedad para nosotros, pues bien
sabemos que un hombre aborda a una mujer desde su versión fálica singular
acerca de lo femenino, que alberga en su fantasma fetichista, fantasma que
sitúa a una mujer como objeto ´a´ causa de su deseo. En la medida que ocurre
una fijación de la alianza entre un hombre y una mujer, tal mujer adquiere para
el hombre el valor subjetivo de ´excepción´, en la cual el fija su creencia en
la existencia de LA Mujer. Creencia que también es albergada por muchas
mujeres, cuando ellas abordan lo femenino desde la preeminencia de la
perspectiva fálica del lado masculino de la tabla de la sexuación, creyendo en
la existencia de LA Mujer ubicada en otra mujer, suponiendo a través de esa
creencia que la Otra mujer contiene el secreto de la femineidad.
La gran novedad de nuestra época está en la extensión y en la
universalización de esta creencia, al modo de una nueva religión pagana que
diviniza a LA Mujer, pero sin prometer la santidad de culto de los místicos,
pues abre las puertas a la autorización de entrada en un paraíso de goce, que
acaba revelándose como un desvarío que trasciende ferozmente las medidas fálicas.
Tenemos así una mezcla íntegramente nueva en nuestra civilización entre lo
masculino y lo femenino, a través de un nuevo modo de articulación entre el
campo del Todo fálico y el campo del no-Todo fálico. Una nueva mezcla en la
cual impera una lectura fálica y fetichista de LA Mujer, aunque bajo el
predominio de un goce desmedido mas propio del campo de lo femenino, que no
conviene ser denominado propiamente
´goce femenino´, y sí más precisamente
´goce superyoico´, o mejor dicho, ´superyó femenino´ en cuanto
imperativo de goce universalizante que sostiene la creencia en LA Mujer.
Los efectos de esta nueva creencia ya son verificables en ambos sexos.
Las mujeres de la actualidad vienen pagando un alto precio al intentar alcanzar
el Ideal de esta nueva mujer universal, que se traduce en el campo del Ideal a
través de una máscara para la femineidad que incluye varias potencias fálicas,
que podría ser así anunciada: “sea
linda, autónoma, poderosa, capaz, inteligente, saludable, liberada, etc...”-
imperativo de ´ser´ muy pesado y difícil de sostener, a no ser a través de
fuertes defensas obsesivas que amordazan la ligereza y fluidez de la vertiente
vivificante histérica del goce femenino, obliterando la vía del amor que es tan
fundamental al goce femenino. Mientras tanto, los hombres vienen siendo
convocados a dejar prevalecer su núcleo histérico, bajo riesgo de una
desregulación inquietante y desestabilizante de su identidad viril, pues la
emergencia preeminente del ´superyó femenino´ los convoca a una feminización,
que tiende a capturarlos en una posición de objeto de los mandatos de goce de
LA Mujer de esta nueva creencia universal.
Para cerrar mis consideraciones preliminares al debate, destaco que la
posición femenina que concierne al analista se aleja radicalmente del mandato
de goce que sostiene el culto de LA Mujer. La posición analítica es
esencialmente una posición inhumana, independientemente de la sexuación del
analista como hombre o mujer. Si la posición analítica toma prestado el
semblante de objeto relativo a la posición femenina, así lo hace a precio de no
usufructuar eróticamente el goce femenino relativo a esa posición.
Especialmente, la posición analítica requiere que el analista se ubique
subjetivamente en el vacio de su ´des-ser´ fantasmático, desacoplado del
imperativo de goce que sostenía su identificación a la posición de objeto para
el Otro. Por otro lado, la posición analítica hace uso de los fluidos y rápidos
impulsos femeninos a favor de la precisión del acto analítico, utilizando el poder
de intervención en el goce de un sujeto
provisto del amor de transferencia, sin sobrepasar los límites imperiosos de
las decisiones éticas de cada sujeto en relación a su propio goce.
Traducción: Josefina Elías
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1 - MILLER, J.-A.
(1997-98/2003). “Uma partilha sexual”. In: Clique, n.2. Revista dos Institutos
Brasileiros de Psicanálise do Campo Freudiano. MG: Instituto de Saúde Mental de
Minas Gerais, agosto, p. 12-29.
Gracias por publicar un texto con tanta riqueza que imagino ha sido ovacionado en Córdoba.
ResponderEliminarLa lógica del pasaje de la creencia en el padre a la creencia en La mujer es una manera exacta de precisar la época actual: ya no hay mortificación en las restricciones de los S1 que configuran los ideales del padre, el deber ser, sino que la mortificación adviene por lo ilimitado en el goce efecto de la creencia en lo universal de La mujer.
Una breve reflexión acerca de la cita de Miller en donde plantea lo inclasificable de las mujeres, y que por resistirse a la colectivización cada una es excepcional presentándose así una constelación de excepciones. Yo leía aquí que esta constelación de excepciones, o que cada una es excepcional, lo podríamos pensar no como "ser la excepción" , sino como lo excepcional que hay en la existencia de cada Una, o lo que distingue a cada Una. Sería, de esta manera un pasaje del tormento superyoico de "ser la excepción" a admitir la existencia excepcional en cada Una, un modo de ir más allá de los imperativos de la época.
Un texto muy rico ...mis felicitaciones por tan rico contenido
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